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La Tradición Familiar de Antico Broilo en Friuli Colli Orientali

En artículos anteriores sobre mi querido Friuli-Venezia Giulia he tenido la oportunidad de hablar de las uvas autóctonas que tanto amo: La Ribolla Gialla (también conocida como Rebula en Eslovenia), la Vitovska, la Malvasia Istriana (Malvazija Istarska), la Friulano, la Verduzzo … Son variedades que ofrecen vinos que me apasionan desde la primera vez que los probé y disfruté.

Hay dos variedades tintas que crecen solo en la región vinícola de Friuli Colli Orientali DOC que creo que son también una maravilla. La Schioppettino di Prepotto es una de ellas. Esta es una uva que crece alrededor del municipio de Prepotto, en la provincia de Udine. He probado y disfrutado los vinos que están produciendo con ella Tenuta di Angoris, Stefano Novello de Ronco Severo y Marco Sara. Mi querido amigo Mario Zanusso de I Clivi comenzó a producir un Schioppettino en la añada 2019 que aún no he probado pero estoy deseando disfrutarlo. Estos son vinos excepcionales en mi opinión. Otro nombre para esta uva es Ribolla Nera, aunque no está relacionada con Ribolla Gialla.

Existe otra variedad tinta autóctona que se ha vuelto muy importante. También en la pequeña ciudad de Prepotto crece esta uva particular, variedad llamada Refosco Dal Pedunculo Rosso. La RDR es una uva que pertenece a la familia de la Refosco/Refošk y la Terrano/Teran, llamadas de una u otra manera dependiendo de en qué lado de la frontera esloveno/italiano/croata estemos. Es una uva con una gran acidez que si no se maneja bien puede dar vinos demasiado rústicos. Algunos productores importantes que elaboran Refosco Dal Pedunculo Rosso son Bastianich, Castello di Rubbia, Primosic o Ronchi di Ciala en Italia, Giorgio Clai en Croacia y Marko Fon y Uros Klabjan en Eslovenia.

Cuando se sabe cómo trabajar con estas dos varietales se puede producir grandes vinos. Tal es el caso de Massimo Durì, heredero de una tradición vinícola familiar. Massimo dirige Antico Broilo, donde la magia sucede tanto con la Refosco Dal Pedunculo Rosso como con la Schioppettino. Su filosofía es muy simple, fiel a las uvas, siguiendo la tradición transmitida de padre a hijo durante cuatro generaciones: fermentación espontánea con levaduras indígenas, intervención mínima, cantidad mínima de sulfitos y permitiendo que la naturaleza ayude a madurar los vinos. En los vinos tintos, se realiza una crianza en barrica de roble durante 24 meses. Se añade mayor crianza para sus vinos Riserva.

La familia Dusì tiene seis hectáreas de viñedos que producen entre 25-28.000 botellas al año. También cultivan Cabernet Franc, Merlot, Pinot Noir, Ribolla Gialla y Friulano. Las dos variedades blancas maceran con las pieles durante unos días antes de la crianza durante unos meses en depósitos de acero antes del embotellado y salida al mercado. Al hablar de su Ribolla, Massimo dice que “es una gran interpretación de una variedad de uva sencilla pero con un carácter decidido y limpio”.

Pero el lugar donde Massimo se siente como en casa es con los vinos tintos. Como dicen algunos, Massimo es un productor de vino tinto que vive en una tierra de vinos blancos, como es el Friuli Colli Orientali. Le encanta envejecer sus vinos tintos durante veinticuatro meses. Todos ellos son vinos monovarietales, procedentes de diferentes pequeñas parcelas, algunas de ellas alcanzando los 70 años de edad.

En los años en los que las uvas son de una calidad excepcional se producen los vinos Riserva. El Merlot se ha elevado a Riserva en las cosechas de 2003 y 2016 solamente. El Refosco ha sido Riserva en 2003, 2008, 2011 y 2016. El elegante Schioppettino di Prepotto fue producido bajo la etiqueta de Riserva en las añadas 2003, 2008, 2010, 2012 y 2015. Los vinos envejecen veinticuatro meses en roble y luego otros veinticuatro meses en botella antes de ser lanzados al mercado. Según Massimo, “el Schioppettino es un vino muy ecléctico, casi como el mejor Pinot Noir, y por eso nos gusta pensar en él como uno de nuestros vinos más elegantes y finos”.

El Refosco es un vino muy interesante. Mis primeros Refosco fueron muy, digamos, toscos, vinos con alta acidez y bastante desequilibrados. Desde entonces he podido disfrutar de muy buenos ejemplos sabiendo eso sí, dónde buscar, aunque era muy reacio a elos, y descubrí una uva autóctona que ofrece vinos excepcionales. En mi opinión todavía tiene ese tipo de ‘rusticidad’ que encontré en primer lugar, pero cuando los elaboradores saben trabajar con ella, el resultado es muy bueno. Massimo, como rossista que es, sabe hacerlo, y su Refosco Dal Pedúnculo Rosso es muy bueno. Fiel a su carácter, equilibrado y elegante, un vino que te hace disfrutar mientras lo tomas.

No he dicho nada sobre el Friuli como un lugar donde se pueden encontrar excelentes vinos elaborados con Pinot Noir. Como he comentado, el Friuli-Venezia Giulia es un lugar donde nacen muchos de los mejores vinos blancos de Italia. Sin embargo, el Pinot Noir ofrece excelentes vinos aquí. Y el de Massimo es un gran ejemplo. Vino muy fino, de cuerpo medio pero rico y elegante en boca.

La Ribolla Gialla es la reina del Collio. Y siendo este el caso, la que produce Antico Broilo también es majestuosa. Suaves aromas amielados que te capturan desde el principio y con un paladar elegante que hace disfrutar no solo de un vino naranja, sino de un vino bien elaborado. 2019 ha sido una gran añada para este vino.

Hasta ahora he podido degustar estos tres vinos, pero planeo probar el resto de los vinos de Massimo, especialmente el Schioppettino. He encontrado y disfrutado vinos realmente buenos con este varietal y solo puedo pensar en cómo será el que está produciendo Antico Broilo.

Próximamente hablaremos con Massimo Durì sobre su estilo vinícola.

Fotos (C) Antico Broilo

Los vinos blancos de Goyo García Viadero

Hay algo mágico en ese momento en el que las luces dejan atrás la oscuridad que previamente inundaba las galerías. A esa magia se añade ver filas de barricas llenas de vino que estás a punto de probar. La humedad, el ambiente fresco de esas galerías son ciertamente sobrecogedores, más cuando piensas que te encuentras 20 o 30 metros por debajo del nivel del suelo. Tiene un aire cinematográfico, a esas películas de época cuando se empiezan a ver cajas llenas de secretos acumulados durante años.

Una barra de bar, unas mesas, unos cuadros familiares y una puerta de madera. Y también una enorme prensa de tornillo antigua, de esas que ocupan toda una estancia y que necesitaba tres o cuatro bueyes para hacerla funcionar. Eso es todo lo que hay. Es lo que hay ahora, porque antes solo había escombros. Un local a nivel de la calle en el que para ver el aspecto que tenía, primero había que dedicar tiempo a sacar todo ese escombro que llevaba años allí. Según iban limpiando, descubrieron una puerta ciega. Lo lógico era pensar que el muro cerraba una habitación, pero lo que escondía detrás era una escalera horadada en la piedra del suelo. La escalera bajaba y había que ir quitando todo lo que había en medio. Así hasta que descubrió, ya hace unos años, una pequeña galería subterránea que, por las más que adecuadas condiciones de humedad y temperatura mencionadas, era perfecta para que el vino hiciera su tránsito desde la infancia hasta la madurez.

En su día la estancia estaba decorada con muros y escombros que tapaban el acceso a otras galerías de las que hacía tiempo se había dejado de saber su existencia y que se extendían por debajo de todo el subsuelo de Gumiel de Mercado, en la provincia de Burgos. Y es ahora, en esas galerías, donde Goyo García Viadero hace la crianza de sus vinos. Allí te sientes fuera del tiempo, fuera del espacio. Arriba puede hacer sol, llover, puede ser de día o de noche. Aquí abajo no importa, te encuentras solo junto con todo ese vino que cuando se apagan las luces continua su lento envejecimiento en el sosiego de las entrañas de la tierra. Es difícil no sentirse sobrecogido en ese sitio. Túneles que parecen albergar una antigua línea de metro que se utilizaba durante la guerra para refugiarse y que, sin embargo, se dedica hoy en día a un placer tan hedonista como hacernos disfrutar de un buen vino.

Porque Goyo hace vinos excepcionales con los que te deleitas sin fin. De esos que llamo vino de meditación: coges una copa, una botella y un sacacorchos, te sientas en un sofá cómodo o una terraza, y con la copa en la mano te dedicas a reflexionar sobre cómo solucionar cualquier problema que te venga a la cabeza. Lo malo es que el vino, la botella entera quiero decir, se acabará antes de haber encontrado una solución al problema, pero lo que has disfrutado no te lo quita nadie.

No voy a detallar todos los vinos que hace Goyo y que me gustan, porque me llevaría mucho tiempo y tú que me lees dejarías de prestarme tu amable atención. Elabora muchos, y todos son una maravilla. No sólo los que ahora están listos para disfrutarse, como la añada 2018, sino que también hay unos vinos de largo recorrido que Goyo tiene pensado sacar al mercado en 2029. No me he equivocado al escribir. Tiene vinos en algunas barricas, en la parte más remota de las galerías, que van a vivir allí diez años, para luego ser embotellados y sacados al mercado. La espera va a ser difícil, hay que decirlo. Pistas? Lo siento, habrá que esperar.

Hay tres vinos suyos, sin embargo, que me hacen perder el sentido. Un tinto en particular de todos los que elabora Goyo y que son su especialidad, los vinos de color tinto. García Georgieva Finca Guijarrales 2018 es un Graciano 100% que me maravilla. No soy mucho de vinos tintos últimamente, pero este vino de Goyo es algo de verdad excepcional.

Goyo empezó en 2017 a experimentar con la maceración con las pieles de un vino blanco. La uva elegida fue la Albillo. No utilizó un periodo largo, ya que era la primera vez que Goyo hacía algo así y quería ver el resultado. El experimento se convirtió en García Georgieva Albillo, del que ha hecho ya tres añadas y la cuarta está en proceso. El resultado fue lo suficientemente bueno como para añadir un segundo vino en la añada 2019 con la variedad Malvasía. Fruto de ello fue García Georgieva Malvasía. Giacomo siempre me dice que tengo que explicar los vinos, y aunque no me gusta hacer catas sensoriales, puedo decir que su Malvasía me recuerda a los vinos de mi querido Friuli, donde esa uva es una de mis reinas. Un vino muy, muy bien hecho, fresco y franco, honesto con la variedad. Por su parte, la Albillo tiene fama de ser una uva con baja acidez. Quizás por este motivo Goyo le ha añadido un 20% de Malvasía. Así consigue un vino francamente redondo.

Ambos son vinos con una nariz y una boca muy expresivas y elegantes, vinos que te agarran desde la primera vez que los disfrutas. Estábamos probando los dos a la vez, cada uno en una copa, e iba de uno a otro sin descanso, oliendo, probando, concentrándome en las sensaciones evocadas, en los vinos probados y en los vinos por probar, meditando (de nuevo) sobre la capacidad de Goyo de hacer vinos así, con alma, con cuerpo, con boca, con personalidad y carácter.

Claro que habrá gente que dirá que como Goyo trabaja en natural y no añade sulfitos a los vinos, no son su cosa. Pero esto me colma de satisfacción. De ambos vinos apenas se hacen botellas, no llegan a 2.000 al año, así que habrá más para mí.

No son mis hijos, así que no tengo por qué elegir uno entre ellos. Mientras tenga dos copas a mano, siempre podré disfrutarlos a la vez. Y es lo que pienso seguir haciendo.

De todo lo demás hablaremos mas adelante con Goyo García Viadero. Mientras tanto, seguiré disfrutando sus vinos.

Maischevergoren 2017

Maischevergoren 2017
Variedad: Sauvignon?
Orange Wine.

Weingut Rebenhof Hartmut Aubell
Ottenberg 38, 8461 Ratsch an der Weinstraße
South Styria, Austria

Tour Vinícola en el Collio Italiano

Recientemente hablamos de hacer un tour vinícola en Eslovenia, especialmente en la región vinícola de Goriška Brda y un poco en Vipavska Dolina. Hoy hablaremos de hacer otra ruta del vino, esta vez en Italia, muy cerca de donde estuvimos la última vez pero ahora al otro lado de la frontera.

El Collio, esa pequeña zona situada en el corazón de la zona vinícola de Friuli-Venezia Giulia, me tiene completamente enamorado. En Italia puedes encontrar más regiones vinícolas, más bodegas y más vinos de los que podrías degustar en toda la vida. Para mí, este es el paraíso en la tierra. Será mejor comenzar lentamente en un lugar hermoso con paisajes y bodegas increíbles, vinos exquisitos y, sobre todo, gente maravillosa.

Para ir al Collio, en primer lugar tenemos que volar al aeropuerto Marco Polo de Venecia o al Aeroporto di TriesteFriuliVenezia Giulia, en Trieste, pero el primero está mejor servido por muchas líneas aéreas. Algunas aerolíneas de bajo coste también van a Trieste. Desde aquí nuestra mejor opción será ir directamente a nuestro alojamiento. Ya que vamos a hacer turismo enológico, creo que lo mejor será quedarnos dentro de la región vinícola. Los lugares mencionados a continuación deberían funcionar muy bien, aunque hay muchas más opciones en Gorizia o Trieste u otros pequeños B&B en la zona. Muchos requerirían un poco más de conducción, y como vamos a catar mucho vino, es mejor no conducir. Estos lugares están muy cerca unos de otros, por lo que una gran opción sería alojarse en dos o tres cada pocos días, visitando así también sus bodegas y viñedos. Estamos hablando de una ruta del vino, por lo que cuantas más bodegas visitemos, mejor para nuestro disfrute total.

Debemos dedicar nuestros primeros dos días a bodegas cerca de Udine, en la provincia del mismo nombre. Aquí tenemos algunos de nuestros mejores héroes locales: Mario Zanusso es el responsable de todo en I Clivi. Una bodega que es más conocida por su trabajo con la variedad local Friulano. Producen tres vinos diferentes de Friulano cada año: el, digamos más genérico, viñedo San Pietro, y los dos vinos de viñedo único que vienen para las parcelas Brazan y Galea. El trabajo que Mario hace con la Verduzzo es más que sobresaliente, y su Ribolla Gialla, tanto sin macerar como en su versión ancestral, son para escribir a casa.

No muy lejos de él encontraremos a dos chicos increíbles. Marco Sara también es un maestro con la Verduzzo y la Friulano. Erba Alta 2016, un Friulano especial, es un vino con el que todavía estoy soñando.

Tanto Mario como Marco trabajan en el lado fresco del vino. Su vecino Stefano Novello gira hacia el lado macerado del vino blanco. Ronco Severo es la bodega que inició su padre. Su Ribolla y su Chardonnay son vinos que disfruté tanto de visita como luego en casa. También produce un Friulano, por supuesto, ya que estamos en el Friuli. Y si quieres degustar un tinto especial, opta por su Merlot llamado Artiul. No te arrepentirás.

Ya que estamos en Udine, Angoris merece una visita. Gran bodega con miles de botellas al año, pero su Schioppettino es un vino excepcional. Esta es una variedad autóctona, así como la Refosco dal Pedúnculo Rosso, que tiene su propia DOC. Marco Sara y Mario Zanusso también están produciendo excelentes vinos con la Schioppettino.

El alojamiento en esta zona tiene varias opciones. Hay más, obviamente, pero al estar en la tierra del vino queremos estar cerca de bodegas y viñedos. Por lo tanto, nuestras opciones son La Subida Country Resort, en las afueras de Udine, Azienda Agricola Renato Keber, en Cormons y Relais Russiz Superiore en Capriva del Friuli. La Subida es un lugar campestre que consta de hospedaje y dos restaurantes: una trattoria rural típica y un restaurante más especial con una estrella Michelin. Increíble lugar tanto para dormir como para almorzar y/o cenar.

Relais Russiz Superiore es el hotel dentro de la bodega Russiz Superiore, propiedad de la familia Marco Felluga. Un lugar increíble donde podrías almorzar con Roberto Felluga y su familia. Y también una maravillosa oportunidad de degustar todos sus vinos bajo las etiquetas Marco Felluga y Russiz Superiore.

Renato Keber dispone de una bodega familiar donde podrás disfrutar de su trabajo macerando uvas blancas. Excelente trabajo, tenemos que decirlo.

Mientras estamos alojados aquí visitando las bodegas locales, otro gran lugar para el almuerzo o la cena es L’Argine a Vencó, un restaurante muy especial con una estrella Michelin. También tienen un B&B.

Después de nuestros dos primeros días aquí (quizás más, por supuesto, ya que tenemos mucho que visitar y catar), nos dirigiremos al sureste en dirección a Trieste. Un montón de sitios para visitar y pernoctar. Alojarse donde Renato Keber es una gran opción. Podemos ir a cualquier de los hoteles en Gorizia, o quedarnos en la campiña. Esta segunda opción es la que sugiero, por lo que Keber o cruzar la frontera eslovena hacia Medana son las mejores opciones. Puedes leer sobre Medana en mi artículo anterior sobre el tour del vino por Eslovenia.

Dedicaría tres días a este período de nuestro viaje. Oslavia es enorme en términos de bodegas que vale la pena visitar. San Floriano del Collio es un hermoso pueblo con viñedos por todas partes. Donde quiera que mires, tus ojos y tus sentidos se verán abrumados por la vista de miles de racimos de uvas si vas en la época adecuada del año.

San Floriano y la vecina Oslavia son el hogar de algunos de los mejores (en mi opinión) productores de la zona. Aquí podemos encontrar a los miembros de un grupo llamado Associazione Produttori Ribolla di Oslavia, dedicado a producir vinos con la maravillosa variedad local Ribolla Gialla. Los miembros son Dario Prinčič, Stefano Bensa de La Castellada, Saša Radikon, Rinaldo Fiegl de Fiegl, Silvan Primosic de Primosic y Ana y Franco Sosol de Il Carpino.

Fuera de la asociación pero todavía en Oslavia, no podemos perdernos a Joško Gravner, el padre de los vinos blancos macerados y uno de los verdaderos maestros que trabajan con la Ribolla Gialla macerada. Cualquier cosecha que consigas es maravillosa. También aquí podemos visitar a Franco Terpin y Matijaž Tercic si como yo, estás enamorado de los vinos blancos macerados.

Otra gran opción para pasar la noche aquí es Azienda Vitivinicola Paraschos, en San Floriano del Collio. Alexis Paraschos lleva las riendas del negocio familiar que comenzó su padre Evangelos. Su Malvasia envejecida en Amphora es un vino de obligada cata.

En la carretera de San Floriano a Gorizia encontrarás a Damijan Podversic, un productor biodinámico que elabora increíbles vinos naranja. Por favor, visítalo.

En los últimos días de este período de nuestro viaje nos acercaremos a Trieste. Vamos a ir a Prepotto, un pequeño, pequeño pueblo cerca del mar Adriático. Aquí, para los amantes de los vinos naranja, nos sentiremos como en un parque de atracciones. Benjiamino Zidarich y Sandi Skerk son los amos aquí, ambos con vinos increíbles usando Malvasia. Esto es el Carso italiano en su máxima expresión.

Justo enfrente de ellos es donde Matej Lupinc tiene su bodega y bed and breakfast. Matej no macera su Malvasia o su Vitovska, pero lo hace con su Stara Braida, una mezcla de ambas. Vino maravilloso.

Estando aquí, tenemos más visitas que hacer. San Michele del Carso fue un lugar famoso durante los años duros de la Primera Guerra Mundial y durante el Imperio Austro-húngaro. Esta zona, hogar de feroces batallas entre ejércitos, alberga ahora Castello Di Rubbia, una bodega dirigida por Nataša Cernič. Vitovska y Malvasia en su mejor momento.

Después de visitar a Nataša, a menos de 300 metros de su casa se encuentra Locanda Devetak. Nunca encontrarás un mejor restaurante de comida típica eslovena que este. Avgustine dirige su lugar familiar combinando la comida local con una de las mejores bodegas de los alrededores. Trata de que te permita visitarla, pero tendrás que estar allí con mucha anticipación al horario comercial. Aquí también podrás pasar la noche en su B&B.

Después de esta visita, Matej Skerlj te estará esperando con una copa de Vitovska y otra de Malvasia. Terrano también si quieres. Esto es el Carso, al fin y al cabo. También tiene un B&B, por lo que tenemos muchas opciones aquí.

Y no puedes irte del Carso sin visitar a Paolo Vodopivec. Es uno de mis verdaderos dioses de los vinos naranja. Solo trabaja con la Vitovska, pero lo hace de la manera que tienes que probar si o si.

Después de probar todos estos vinos y disfrutar de la excelente comida local, es hora de volver a casa para descansar un poco y prepararnos para nuestro próximo viaje. Adonde nos dirigiremos en nuestra siguiente aventura? Tenemos que pensarlo detenidamente.

Dónde dormir

La Subida Country Resort. www.lasubida.it
L’Argine a Vencò www.largineavenco.it/
Azienda Agricola Renato Keber. www.renatokeber.com/
Relais Russiz Superiore. www.russizsuperiore.it/

Azienda Vitivinicola Paraschos. www.paraschos.it/
Azienda Agricola Lupinc. www.lupinc.it
Azienda Agricola Skerlj. www.slerlj.it
Locanda Devetak. www.devetak.com/

Dónde comer

La Subida Country Resort. www.lasubida.it
L’Argine a Vencò. www.largineavenco.it/
Locanda Devetak. www.devetak.com/

Bodegas

I Clivi. www.iclivi.wine
Marco Sara. www.marcosara.com
Ronco Severo. www.roncosevero.it
Marco Felluga / Russiz Superiore. www.russizsuperiore.it
Tenuta Angoris. www.angoris.com

Dario Prinčič. www.princicdario.com
La Castellada. www.lacastellada.it
Radikon. www.radikon.it
Fiegl. www.fieglvini.com
Primosic. www.primosic.com
Il Carpino. www.ilcarpino.com
Joško Gravner. www.gravner.it
Franco Terpin. www.francoterpin.com
Matijaž Terčič. www.tercic.com

Damijan Podversic. www.damijanpodversic.com

Castello de Rubbia. www.castellodirubbia.com
Vodopivec. www.vodopivec.it
Skerk. www.skerk.com
Skerlj. www.skerlj.it
Zidarich. www.zidarich.it
Matej Lupinc. www.lupinc.it

Foto Cabecera (C) Zidarich

Con Los Pies En El viñedo

Mi amigo Iñaki es ingeniero aeronáutico y durante muchos años se dedicó a reparar determinadas averías en aviones. Un día me decía que cuando estaba en el hangar del aeropuerto y las cosas no iba bien, le bastaba con tocar un avión y darse cuenta de que era eso lo que hacía que todo lo demás valiera. Es una historia que me contó hace años y que sigo recordando.

A mí me ocurre lo mismo, aunque en otro ámbito, por supuesto. Hace ya tiempo que dejé de viajar en avión, por muchas razones, así que me conformo con fotografiarlos de vez en cuando. Pero no son los aviones lo que me dan esa paz interna tan necesaria a veces, sino simplemente poner los pies en un viñedo.

Esta vendimia he tenido ocasión de compartir unas jornadas con Juan y Susana, dos amigos muy queridos que tienen una bodega. Me gustaban mucho los días que tocaba vendimiar. Al igual que Iñaki, caminar por el viñedo también hacía que todo valiese la pena en ese momento. No había problemas, no había ruido externo. Éramos solo la cepa y yo. Ellos se reían, porque su costumbre es vendimiar todos cerca y mantener diferentes conversaciones sobre música, rock español sobre todo, algo de cine y mucha de vino y comida. Solíamos empezar pasadas las ocho de la mañana, y la verdad es que a esa hora no soy mucho de conversar. A las nueve tampoco, todo hay que decirlo, así que una vez Juan decía lo que había que hacer, yo cogía mi cubo y mis tijeras y me iba a la otra punta del viñedo, lejos de las conversaciones. Y claro, hacía lo que me apetecía. No por llevar la contraria a Juan, por supuesto, que para eso sabe mucho mas que yo, sino porque dejaba que las cepas me fueran guiando.

Era entonces cuando más disfrutaba. Me gustaba rodear cada cepa mirando por dónde iba a empezar a podar. Luego, acercarme y coger cada racimo con una mano, cortando con cuidado y colocándolo en el cubo con cuidado. Lo del cuidado era al principio, a las cinco horas de vendimia ya no tenía tanto, pero todo seguía siendo igual de especial. Era, es, una gran experiencia, observar cada planta y ver cómo han ido creciendo diferentes racimos durante los últimos meses según se ha hecho la poda de invierno. Unos grandes, unos más pequeños, pero todos con una uva muy grande y sana.

Es una maravilla ver el resultado de trabajar la viña naturalmente, sin productos químicos ni nada, incluso algunas viñas sin laboreo ni otro tipo de trabajo. Pero sobre todo, esa conexión con cada racimo, en silencio en mitad de un viñedo alejado varios kilómetros del pueblo más cercano y en algún lugar por donde no pasaba nadie más que nosotros. Las conversaciones de fondo, las reflexiones sobre la vida y la marcha de las cosas, pensar en cómo una planta ha creado un racimo de uvas que acabarán transformándose en un vino en unos meses, después de diferentes procedimientos en la bodega: despalillado, prensado, fermentación, etc.

Es cierto que es un trabajo extenuante. Vas cortando racimo a racimo y colocándolo en el cubo. Cuando el cubo está lleno hay que ir hasta las cajas para descargarlo y volver a la cepa. Repetir el proceso una y otra vez hasta que se acaba el viñedo o la jornada y mañana volvemos para terminarlo. No sé explicarlo, pero estar en el viñedo rodeado de vides llenas de uvas y podar es algo especial. Es una tarea repetitiva y, como he comentado, agotadora, pero es muy gratificante también. No hablo con las plantas, ni tampoco las canto, pero sí que las respeto. Han trabajado mucho para llegar a este punto.

Hace ya un par de semanas, más cuando leas estas líneas, que terminó la vendimia. Un día fuimos al campo para hacer otras dos tareas con las cepas. Primero estuvimos cortando las sierpes de las cepas que tienen pie americano. Resulta que en muchas de ellas, por debajo de la parte injertada, que además es la parte enterrada, crecen sarmientos que si no se cortan a tiempo, absorben toda la comida del suelo y la planta por encima del injerto acaba muriendo por falta de nutrientes. El trabajo consiste en retirar la tierra que tapa la planta para llegar a las sierpes y quitarlas con una tijera de podar o, en la mayoría de los casos, con un hacha de mano. Así te aseguras de que todo el flujo de la sabia va desde las raíces hacia la parte aérea de la vid. De esta manera, la planta seguirá produciendo racimos de calidad durante muchos años.

La segunda tarea que hicimos fue la poda de invierno. Una vez finalizada la vendimia no se cortan los sarmientos ni se quitan las hojas. Todavía están llenas de savia, por lo que hay que esperar a que termine el ciclo vegetativo de la planta. Es entonces cuando las hojas se secan y se caen, y toda la savia vuelve a las raíces. Así, la planta está preparada para afrontar el frío del invierno.

Sobre poda hay muchos manuales escritos y muchos profesionales que organizan cursos sobre cómo hacer un poda correcta. Baste decir que cada variedad de uva se poda de una manera particular, cada estilo de mantenimiento (vaso, espaldera, etc.) se poda también de manera diferente. Incluso se poda de una manera u otra si vas a entrar en el viñedo con un tractor y no quieres dañar los brazos de la vid.

Cuando nos pusimos a podar, las sensaciones fueron las mismas. Observar la planta, decidir qué brazos dejar, qué brazos podar, cuántas yemas dejar, cuáles y por qué, retirar las partes de la cepa que ya no servían y que retirando ayudarán a hacer que la planta crezca con más vigor dando mayor rendimiento.

Como Iñaki con los aviones, yo encuentro mi calma en un viñedo. Cortar cuidadosamente los racimos durante la vendimia, eliminar las sierpes y seleccionar yemas y pulgares durante la poda son momentos especiales. Esos que disfrutas en silencio y son compartidos entre la planta y tú, rodeado de naturaleza, un cielo limpio de nubes y con calor o con nieblas matutinas. Todo cuenta y todo vale en esos momentos en que todo lo que pasa queda entre cepas, con los pies en el viñedo.

Manu Guardiola, Viticultor en Xaló, Alicante

En la provincia de Alicante van saliendo a la luz proyectos que destacan no solamente por la calidad de sus vinos, sino por las personas que hay detrás. Ya hemos hablado anteriormente de Pepe Mendoza, en el pequeño pueblo de Lliber de la Marina Alta alicantina.

A unos pocos kilómetros hacia el interior desde Lliber nos encontramos otro pueblo llamado Xaló. Aquí es donde Manu Guardiola Viticultor desarrolla su pasión vinícola. Agricultor de tradición familiar y enólogo de estudios, Manu empezó a hacer vino junto con su padre hace muchos años para su propio consumo, ya que la familia posee un puñado de hectáreas que han ido dedicando a la uva y a las que ocasionalmente han ido añadiendo más parcelas. Fruto de este trabajo, Manu tiene hoy en día cuatro hectáreas repartidas por la zona de La Solana, rodeando Xaló y alguna pequeña parcela más en la zona del Plá de Lliber, en las partes altas de la sierra de Bernia y en Xábea/Javea. Monastrell, Garnacha Tintorera, Syrah, Merlot y la autóctona Giró entre las tintas, y Moscatel y un poquito de Merseguera entre las blancas son las variedades con las que trabaja.

Manu es uno de esos viticultores honestos con sus uvas. Sus parcelas son el lugar donde las uvas nacen y crecen naturalmente, y en ellas trabaja en ecológico, usando sólo un poco de caldo bordelés y azufre. En la bodega trabaja sin añadidos enológicos. Su bodega está en los sótanos de su casa, donde tiene unos depósitos de inox y alguna que otra barrica. Más que bodega, podríamos llamarlo garaje, porque aunque no hay sitio para un coche ni acceso para el mismo, el espacio podría ser más para elaborar vinos de garaje que para llamarlo bodega. En cualquier caso, y lo llamemos como lo llamemos, es un sitio de esos que transpira pasión. Tengo que ser sincero y debo decir que hay un poco de desorden, pero eso es parte del encanto que se respira allí, que es mucho.

Manu se decidió a hacer vino más en serio en 2015. Digo serio en cuanto a ponerlo a la venta, claro, porque sus vinos son serios, muy serios. Pero a diferencia de otros elaboradores que se inician en el mundo del vino, Manu se puede permitir el lujo de esperar unas poquitas vendimias antes de sacar sus vinos al mercado.

Su vino tinto disponible en la actualidad es Els Marges Vi Negre 2015, un fantástico ensamblaje de 45% Giró, 30% Monastrell, 10% Syrah, 10% Merlot y 5% Merseguera, del cual le quedan unas pocas botellas. Luego pasará a 2017. Teniendo en cuenta que hasta hace poco elaboraba unas 4.000 botellas y que ahora está doblando ese numero, vender el 2015 ahora tiene mérito. Mérito también porque está francamente bueno y no entiendo muy bien que siga teniendo disponibles unas botellas. Ya he comentado que sus vinos me gustan, pero este tiene esa personalidad de la Giró de la zona que lo hace muy rico y que me apasiona: un cuerpo medio con una extracción muy adecuada, un nivel de alcohol controlado y una crianza en barrica de 225 litros de ocho meses que hace que dé gusto, y mucho, disfrutar de este vino.

Els Marges Vi Rosat es otro lujo de Manu. En este caso es un rosado de prensado directo del que está vendiendo el 2019. Un vino muy bien hecho, 70% Giró, 25% Monastrell y 5% Merseguera. No soy muy fan de los rosados pero tengo que decir que Manu me está haciendo un converso.

El tercer y ultimo vino que hace Manu es Els Marges Vi Blanc Brisat. Brisat es como en el arco mediterráneo se llama a los vinos cuyo mosto ha estado en contacto con las pieles durante un espacio de tiempo, es decir, es un vino naranja!!!! 93% Moscatel y 7% Merseguera, con un periodo de maceración de cuatro días. 2018 es la añada a la venta, pero tengo que pasar de nuevo a ver a Manu, así que a lo mejor ya no le queda si hablas con él después de haber ido yo. Este vino está hecho muy a mi gusto, fresco, suave, lleno de aromas y con una tanicidad muy chula. Probamos dos añadas, 2017 y 2018, y además de la diferencia entre ambas, estaban muy bien. 2017 más ligero, 2018 mucho mas tánico y denso. Este era el mío, pero 2017 estaba muy bien también. Dos añadas diferentes en este estilo de vino naranja que ofrece dos personalidades contrapuestas. Todo un acierto.

Ya te habrás dado cuenta de que los vinos de Manu me gustan mucho. Probamos varias añadas para ver las diferencias, y también algún depósito y barrica. Suficiente para darme cuenta de que Manu sabe lo que está haciendo y ser consciente de que tengo que estar muy atento a lo que vaya creando en el futuro. Elaboradores como él son los que merece la pena seguir.

Pronto hablaremos con Manu Guardiola sobre su pasión por el vino.

Por qué no llamamos naranja a un vino naranja?

A veces grito en el desierto. No por gusto, por supuesto, y tampoco unas pocas veces. Más bien ocurre con frecuencia, porque el Establishment ese, aunque sea el del vino, sigue siendo duro de pelar. No es que me vaya a deprimir porque nunca nos ponemos de acuerdo en nada, pero me apena que en algo tan sencillo como el vino naranja tampoco seamos capaces de ponernos de acuerdo. Y no es que me refiera a los grandes grupos que no quieren que nadie se salga de la foto, o a los pequeños productores que venden motos que no tienen motor. Es que ni siquiera nos ponemos de acuerdo en cuándo llamar naranja a un vino y cuándo no.

Lo del vino naranja, o vino ámbar originalmente, viene de la región del Cáucaso donde ahora está Georgia. Hace unos 8.000 años empezaron a elaborar los vinos blancos siguiendo el mismo estilo de vinificación que lo tintos, es decir, macerando el mosto con las pieles. El periodo de maceración daba al mosto un color ambarino, y con ese nombre se quedó hasta finales del siglo pasado este estilo de vinificación comenzó a extenderse fuera del Cáucaso. Fuera de esa región empezó a llamarse vino naranja u orange wine. Allí sigue siendo conocido como vino ámbar y algunos productores en Italia y Eslovenia lo llaman también del mismo modo. En España, por ejemplo, en todo el arco mediterráneo se conoce como Brisado o Brisat. En zonas de Castilla y León se conoce como Embabujado.

Al final no dejan de ser diferentes nombres para referirnos a un tipo de vino procedente de uvas blancas cuyo mosto ha macerado con las pieles durante un periodo de tiempo que queda a la decisión del elaborador. Es decir, un vino naranja es un vino marcado por su estilo de elaboración. No es un vino marcado por el color resultante del proceso de maceración, porque hay vinos naranja que son perfectamente dorados o amarillo pálidos.

Un vino naranja no es un vino blanco, ya que el vino blanco no macera con las pieles (la maceración pelicular o pre-fermentativa no es lo mismo). No es un vino rosado ni tinto porque no procede de uvas tintas. Siempre he defendido que es un color de vino diferente, aunque me parece que estoy algo solo en esto. Hay vino blanco, vino rosado, vino tinto y vino naranja. Esta es mi posición y es lo que defiendo desde hace años.

Hay productores que llevan muchos años haciendo vino y que han probado a hacer un vino blanco con maceración. Por cualquier circunstancia que no viene al caso, no sabían que estaban haciendo un vino naranja porque nunca habían oído hablar de ellos. Algo perfectamente lógico, por otra parte. Hay tanto que aprender y saber en el mundo del vino que es imposible conocerlo todo. Hay productores que creen que un vino naranja tiene que ser de color naranja para poder llamarse así.

Un vino rosado se hace con uvas tintas. Su mosto está en contacto con las pieles unas horas, puede que a lo mejor una noche, o incluso unos minutos. Ese tiempo proporciona al mosto su tono rosado o rojizo característico, es decir, llamamos rosado a un vino por su estilo de elaboración.

Si entonces no ponemos pegas para llamar rosado a un vino independientemente del tiempo de paso del mosto por las pieles, por qué sí lo hacemos para un vino naranja? Hay que decir primero que no hay estipulado nada al respecto. Naranja no es una categoría reconocida en cuanto a color, como he comentado antes. Tampoco hay regulado el tiempo que tiene que pasar el mosto con las pieles para que llamemos naranja, brisado, brisat, ámbar o embabujado a un vino concreto.

Tú que me lees ya sabes lo que voy a decir, porque lo he proclamado a los cuatro vientos: si llamamos rosado a un vino cuyo mosto ha estado en contacto con las pieles minutos u horas, o solo el tiempo de prensado, para mí un vino pertenece a la clase vino naranja si ha tenido tiempo de maceración. No considero la maceración pelicular como parte del proceso de elaboración de un vino naranja, sino más bien una manera que tiene un elaborador de enfriar las uvas recién vendimiadas durante una noche, por ejemplo, para prensarlas a baja temperatura. La maceración para mí consiste en tener las uvas enteras o parcialmente rotas en un recipiente durante un periodo de tiempo en el que se puede hacer o no algún tipo de bazuqueo, aunque sea solo empujar el sombrero hacia abajo con las manos.

Y de cuánto periodo de tiempo hablamos? Si tengo el mosto un día, a mí me vale. No recuerdo casos de un vino naranja cuyo periodo de maceración haya sido inferior a cuatro días, sobre todo con la variedad Pinot Grigio, que tinta muy rápidamente el mosto. Cuatro días es un periodo algo habitual, al igual que una semana. En la mayoría de casos que conozco, el periodo suele ser de una-cuatro semanas y de ahí llega en algunos casos a seis meses o incluso un año, si bien esto es menos habitual.

Así que me chirría mucho cuando un elaborador (que además elabora vinos naranja) dice que cuatro días de maceración no hace que un vino pueda ser llamado naranja. Yo creo que poner limites a esto sólo hace que sea más difícil conseguir un reconocimiento más amplio a esta manera de elaborar un vino. Por qué cuatro días no? Dónde está el mínimo? Si no hay una legislación al respecto, y creo que tardará en haber una, no sería mejor si entre los mismos elaboradores y gentes relacionada llegamos a un acuerdo? Que no pasa nada, hombre, y ayuda mucho. Solo falta que en una cata de vinos naranja tenga que decir que si la maceración con las pieles es de tres días no es un vino naranja, cuando el estilo de elaboración así lo marca. Un vino naranja no es un vino naranja porque sea de color naranja o porque haya estado cinco días macerando con las pieles. Un vino es naranja porque el mosto de sus uvas blancas ha estado en maceración con las pieles.

Recientemente he visto que hay un par de productores en España que hacen un vino al que llaman naranja proveniente de uvas tintas. Evidentemente, y por todas las razones mencionadas, eso para mí no es un vino naranja. Me apena que con estas cosas solo consigamos añadir más confusión a un mercado ya de por sí confuso.

Seguiré predicando en el desierto, que tengo mucha práctica en ello, pero con una copa o cuatro de un buen vino naranja de mi gusto. La estancia, me temo, será de una maceración larga.

El Bvscon hecho vino de la mano de Javier Caravaca

Estábamos en el salón de su casa y se acercó con una botella de vino abierta con una etiqueta muy curiosa. Muy de mi gusto la etiqueta, por otra parte, ese estilo que en decoración se llama Minimalista. La literatura de la contraetiqueta también era de mi agrado, muy original, muy literario, como se esperaba viniendo del elaborador. Todo bien hasta aquí.

Luego catar. Pues muy bueno, oiga. 13.5 de alcohol, muy de mi agrado. Poca extracción, de mi agrado también. Justito de cuerpo, nada de opulencia ni tosco. Y con la tanicidad justa. Como me gusta un vino tinto, que no había mencionado antes su color. Así que le miré directamente al ojo y con mucha solemnidad le dije: «Cojonudo».

Y ya.

Es emocionante cuando un amigo te presenta a su hijo, por aquello de la continuidad de la especie. En mi caso, me emociona mucho más cuando un amigo me presenta un vino que ha elaborado él. Y no te digo si encima el vino es el primero que hace. La cosa mola mucho, pero si viene de quién viene, lo hace mucho más. No porque El Bvscon. Capítulo 1. El Lobo añada 2019 sea su primer vino y que además está muy bueno. Lo que me alegra más todavía es que sea Javier Caravaca su elaborador.

Javier es un hombre de esos polifacético. Cuando nos conocimos fue porque era y sigue siendo distribuidor de vinos en Valencia. Allí regenta Vinos Raros, dónde puedes encontrar, uhmm, bueno, vinos elaborados bajo otro punto de vista. Javier también escribe https://javiercaravaca.com/, una web dedicada a la actualidad. Asuntos de política, sociedad, cosas de esas que nos preocupan en general últimamente. También publica algunos de esos artículos en periódicos de su región.

No queda ahí la cosa. Como poeta que es, también ha escrito y publicado dos libros: Ellas. Perras, brujas y serpientes, que contiene 17 historias que hay que leer acerca de la mujer, o mejor dicho, sobre la condición femenina, publicado en 2020. y Edipo sin esfinge, publicado en 2018, que consta de 23 relatos sobre la oscuridad humana. Y ahora, para rematar la faena, saca un vino. Me ha dicho que sabe jugar al billar, pero eso está pendiente de ser comprobado. Hasta que llegue ese momento, hablaremos con él.

Muy buenas, Javi. Un placer saludarte y muchas gracias por tu colaboración. Cómo hace un vendedor de vinos para escribir libros, publicar una web y elaborar su primer vino en las 24 horas que tiene un día?

Pues muy fácil: las ocho primeras horas del día las dedico a alimentarme y a trabajar, es decir, a leer y a escribir; las ocho siguientes a probar vinos, seleccionar y darlos a conocer, lo que viene siendo el trabajo de un marchante; y las otras ocho a pensar y diseñar vinos como a nadie se le haya ocurrido antes, o al menos con una perspectiva personal que sea diferente a lo demás. Y, antes de que insistas, las otras ocho son para jugar al billar, claro.

Qué fue primero: la página en blanco o el racimo de uvas?

De eso hace mucho tiempo, fue en la adolescencia, ambos vinieron a la vez. Creo que me enamoré de una chica, de un Tondonia blanco y de un soneto de Quevedo en la misma tarde. Rozando la mayoría de edad empecé a interesarme en serio por la literatura, a alimentarme de versos y de filosofía griega, de mitos y de novelas de todas partes, y a beber vinos con pasión, cada vez mejores, entendiendo, sin darme cuenta, por qué unos estaban tan buenos y otros no. También en esa etapa gané mi primer torneo de billar, por cierto. [Risas]

Por qué Cencibel (Tempranillo) y por qué Albacete?

Por culpa de Juan Miguel de la Cruz, sin duda. No importaba la zona ni la uva, sino el alma. Conocí a Juanmi cuando estaba poniendo en marcha Vinos Raros. Me presentó su gama de vinos y quedé prendado de uno muy sencillo que elabora en Villarrobledo, de una pequeña parcela vieja de cencibel. Es una maceración carbónica muy dulce, en el sentido de tierna y amable, como yo no había probado jamás. Con el tiempo, cuando fui madurando la idea de El Bvscon, pensé en diseñar vinos en colaboración con viticultores que me movieran el corazón, y creí que sería buena idea aportar algo allí donde ya se hacían las cosas bien. Se me ocurrió que ese vino maravilloso de Juanmi podía ser algo más grande, que partiendo de esos mimbres tan valiosos podíamos hacer un vino juntos de gran altura, porque había detalles de elaboración en los que él no había pensado. Esa es la idea de El Bvscon, un proyecto amplio en el que, tomando como base el buen trabajo de un viticultor, pueda aportar yo mi perspectiva sobre el mundo de los vinos y hacer algo más especial que él no hubiera pensado antes. Así nace el Capítulo I, de una serie que espero sea muy fecunda.

Tinaja del Maestro José Gimena en vez de madera. Buena elección?

Yo diría que muy buena, y además necesaria. La jovialidad de los vinos de maceración carbónica no debe, a mi juicio, allanarse con tratamientos, sino mimarse, para dejar la fruta en su sitio y protagonista. Pero tampoco viene mal templarle el brío, como a los chavales, que son guapos y fuertes, pero de un ímpetu desbocado que conviene amansar. La tinaja es uno de los caminos para conseguirlo, afina sin mucho maquillaje. Pero la decisión no fue una inspiración divina, sino, como decía, una cosa necesaria: ¡la parcela está en Villarrobledo!, la tierra de las tinajas centenarias. Allí están las mejores del mundo, las del maestro José Gimena, decano de la orden de alfareros, mentor, por cierto, del famoso Juan Padilla.

De dónde surge el título del vino?

Es una mezcla de Quevedo, el faro que me guía en la literatura, de su personaje más conocido, el buscón llamado don Pablos, y de ese interés pícaro por mi parte del que te hablaba antes, de ir buscando viñedos y elaboradores con los que pueda trabajar en sintonía y alumbrar vinos con los que hacer feliz a los demás. En definitiva, la inspiración viene de lo que hacía Pablos, buscarse la vida para seguir en pie un día más. Él lo miraba desde la perspectiva de la supervivencia, yo, en cambio, desde el hedonismo, vinos para disfrutar. En todo caso, los dos buscamos lo mismo, vivir mejor.

Contento con la primera galerada?

Si te refieres a la etiqueta y el trasfondo literario, como prueba imperfecta para ver qué tal queda a la vista, estoy contento, pero no es tal galerada, que Yit trabajó concienzudamente el diseño para que se ajustara a los cánones editoriales del barroco, y ya no es prueba, sino obra rematada. Tampoco es galerada si te refieres al vino metafóricamente, por lo mismo, que Juanmi sabía lo que se hacía, y solo lo embotellamos después de superar el mal trago de la cata a ciegas. Pero sí, muy contento, el resultado se parece mucho a lo que yo imaginé. La verdad es que tenía una idea muy concreta en la cabeza, sabía cómo quería que fuese el vino y lo que había que hacer para conseguirlo. Juanmi supo interpretarme a la perfección y el resultado es muy satisfactorio. Para mi sorpresa, lo confieso, no estaba convencido de que saliera como yo lo imaginé. Bueno sí, eso lo garantizaban las manos del viticultor, pero igual que lo que yo tenía en la cabeza… eso era muy difícil.

Una vez revisado el capítulo 1, qué cambios habrá basados en esta experiencia?

Lo que diga el clima, ni más ni menos. La idea es firme, el espíritu del vino está claro, no habrá más cambios que los que obligue el tiempo. No me gustan los vinos de mentira, prefiero los que son fieles a la tierra y al devenir de las estrellas. Lo trabajaremos con sencillez como el primero y saldrá como Dios quiera. El 2020 está en proceso, lleva la misma intención. Está terminando la fermentación alcohólica, iremos probando el vino durante el proceso y dándole los tiempos que nos pida. La añada me parece más interesante, ligeramente menos alcohólica, menos coloreada, más fresca, con los aromas más intensos y con un equilibrio más templado. Buscaremos la manera de que se exprese como es.

Capítulo 1 publicado y a la venta. De qué tratará el capítulo 2?

Todavía no lo sé, pero hace tiempo que pienso en ello. Solo sé que será con otro viticultor. Con Juanmi seguiremos haciendo el Capítulo I, pero no se me ocurre nada que pueda mejorar el trabajo que hace con el resto de su viñedo, lo hace muy bien. Además, el espíritu de El Bvscon es ir buscando.

Y habrá más personajes en sucesivas entregas o seguirás con las aventuras de la Cencibel?

Seguro que habrá más personajes. Nada me une en especial a ninguna uva ni a ninguna tierra. Mi perspectiva no es la de un viticultor, arraigada a su campo y a su historia, que es maravillosa. Es otra más prosaica, la de un bebedor ilusionado que no se cansa de probar cosas nuevas. Me gusta imaginar cómo se podría mejorar algo que ya de por sí es auténtico y hermoso. Me gustan los vinos tintos ligeros, también los de alta expresión, y los blancos jóvenes, y aún más los viejos, y los de crianza biológica, y con burbujas, y de color naranja, y dulces… No acabaría. Prometo variedad y diversión.

Veremos un capítulo blanco?

Sí. Quizá sea el segundo capítulo. Alguna diablura tengo entre manos. Pregúntame en unos meses.

Y el billar? Echamos una partida a ver qué pasa?

Claro. Pero yo sé lo que va a pasar. No te atreverás a publicarlo.

Un gran placer haber disfrutado de tu primer vino. Voy a seguir bebiendo y leyendo tu obra. Enhorabuena, Javi.

Fotos (C) Israel Pérez @elisraperez

Alfredo Egia, pura magia en un txakoli de Bizkaia

Hay bodegas que invierten fortunas en hacer salas de catas. Grandes mesas de roble, sillas altas, iluminación que favorece la cata, música de fondo, copas caras, de esas que te pones a llorar si se rompen… Alfredo Egia considera todo esto, y con toda la razón, superfluo y se centra en lo que realmente importa: disfrutar de una copa de vino allí donde mejor sabe. Y ese sitio es el viñedo del que salen las uvas. Las laderas de un monte situado en las afueras de Balmaseda, Bizkaia, es el sitio elegido para ello, justo donde Alfredo tiene un viñedo rodeado de robledales, pinares y prados. La característica más importante de este viñedo es que Alfredo lo trabaja siguiendo los principios de la agricultura biodinámica. Son 4 hectáreas en total, 1,8 de ellas en biodinámica. Una hectárea va para elaborar uno de sus vinos, Hegan Egin y la 0,8 restante va para Rebel Rebel. Las otras 2,2 hectáreas  son para elaborar Egia Enea, su vino de mayor producción.

Pero hablaba del emplazamiento de su sala de cata, y es justo en ese viñedo donde Alfredo ha colocado una mesa y cuatro sillas a su alrededor. Y es precisamente ahí donde te sientas a las siete de la tarde de una tarde cualquiera de septiembre y poco a poco vas disfrutando los vinos que Alfredo hace, mientras nos embarcamos en una conversación acerca de la biodinámica, de los tratamientos que se hacen en el viñedo en un lugar de tanta pluviometría como Balmaseda y con alguna que otra niebla en el valle del río Cadagua.

Alfredo mima sus viñas, habla con ellas, se siente parte de un todo con las mismas. Las viñas y su fruto sienten como siente Alfredo y Alfredo siente como se sienten las viñas. Esa es la manera en la que trabaja para obtener el mejor fruto posible. Preparados 500P y 501, algún aceite esencial de lavanda, decocciones de cola de caballo y ortiga, humus con lombrices, dosis muy bajas de cobre y ocasionalmente azufre. Y de herbicidas o pesticidas, nada de nada. Trabajar en ecológico tan al norte es muy complicado pero es como Alfredo quiere hacerlo. Para él, viña y viticultor son un todo que comparte sentimientos, sensaciones, planes de futuro. Las viñas le dan vida esos días en los que las cosas no van bien. Alfredo se deja rodear por ellas y todo cambia, la energía vuelve a fluir.

Sentados en esa mesa y esas sillas, afloran los recuerdos de la infancia, de la época del instituto y los primeros años en la universidad, mientras se da un fenómeno curioso. Lentamente dejas de ver a Alfredo sin dejar de escuchar o de hablar, y no por algún fenómeno paranormal relacionado con el cielo estrellado sobre nuestras cabezas, sino porque el día se va transformando lentamente en la noche. Distingues su silueta por la escasa luz de la villa que asoma por su espalda, pero el viñedo, la mesa y las sillas quedan envueltas en la oscuridad de la noche. Egia Enea 2018 es su Txakoli de entrada. Unas 12.000 botellas elaborado exclusivamente con Hondarrabi Zerratia.

Ese vino da paso a Lexardi 2013, una maravilla que Alfredo elaboró ese año con Hondarrabi Zerratia y Petit Manseng a partes iguales. Son los aromas de esta uva los que te traen recuerdos de los vinos del Jurançon francés, pero sin dejar de ofrecer la personalidad de un Txakoli. Estos dos vinos se elaboran en Bizkai Barne, bodega de la que Alfredo es socio y cuyas instalaciones están en Orozko.

La biodinámica embotellada en forma de Txakoli se llama Rebel Rebel y es un vino que Alfredo elabora por su cuenta. El nombre viene de la época en la que Alfredo era fiel a los rockeros que nunca morían. La etiqueta es un diseño suyo, una niña jugando en un columpio. 785 botellas de la añada 2017 y 690 botellas de la 2018. En 2019 tendrá un ligero incremento hasta situarse por encima de las mil botellas. Pero mientras esperamos a esa añada, disfrutamos de las dos primeras. 2017 es un vino complejo, con una carga aromática muy especial que me recuerda a algún vino del Jura con el que he disfrutado en más de una ocasión. 2018 no tiene esas notas pero sigue teniendo una complejidad que rara vez he encontrado en un Txakoli. Ambas añadas se hacen con Hondarrabi Zerratia y un poco de Petit Manseng, en una proporción de 80-20. Este vino tiene crianza en barrica, ánfora y parte en un deposito de inoxidable.

La noche se cerraba abrazándonos con el fresco del final del verano mientras ocasionalmente nos sobrevolaba un avión procedente de Loiu (el aeropuerto de Bilbao). Las luces estroboscópicas complementaban la magia de los sonidos de las aves nocturnas y algún que otro grillo sazonaban nuestras anécdotas vinícolas. Y entonces llegó Hegan Egin 2018. Vino elaborado por Imanol Garay, con la colaboración de Alfredo y Gile Iturri, enólogo de Bizkai Barne. Excepcional vino. Aquí me gustaría darle la vuelta. Normalmente diría que es un Txakoli excepcional, pero lo veo más como un excepcional vino blanco amparado por la DO Bizkaiko Txakolina. Un vino que compite con cualquier otro vino blanco de cualquier lugar que se te ocurra. Mayor proporción de Hondarrabi Zerratia que de Petit Manseng elaborado por las manos de tres artistas con crianza en barricas usadas y ánforas. Las uvas crecen en una parcela de una hectárea separada por un arroyo del viñedo de 0,8 hectáreas donde se origina Rebel Rebel. Al igual que esta, se trabaja siguiendo los principios de la agricultura biodinámica, como comentaba al principio.

Había que elegir un momento para irse, si bien la noche se ofrecía para seguir probando y disfrutando los vinos de Alfredo. Pero sobre todo para seguir disfrutando de su compañía porque Alfredo es eléctrico, lleno de una energía inagotable. Habla y fluye como un torrente y eso hace que la conversación tenga un dinamismo sin fin. Risas, anécdotas, historias, chistes, vino…

Los móviles nos señalaban el camino hacia el coche para dejar atrás esta espectacular sala de cata. Volveremos sin duda, porque las conversaciones trajeron nombres de vinos que teníamos que compartir. Y eso no se puede perdonar. Al fin y al cabo, que son los vinos sino una excusa perfecta para compartir?

Qué vinos naturales recomendamos?

En ocasiones me da por meditar acerca del mundo que nos rodea. A veces incluso, medito sobre cosas que no tienen que ver con el vino, asuntos de mucha y extrema gravedad, con conclusiones que no dejan de sorprenderme. Sin embargo, de vino hablamos aquí, y sobre ello va mi disertación de hoy. Se trata de los vinos naturales, que es uno de los objetos de deseo de esta web que nos une.

Hace no mucho escuché una conversación en la que una persona pedía a sus acompañantes que le recomendasen vinos naturales por aquello de introducirse en otro mundo vinícola diferente del que estaba acostumbrado. Hay todavía mucho lío en el mercado acerca de los vinos naturales y los ecológicos. Hay cierta confusión cuando un vino lleva un sello de agricultura ecológica y se piensa que el vino es natural. Cosa a la que por otra parte pueden contribuir algunos elaboradores de vinos naturales que llevan también el certificado de agricultura ecológica.

Antes de nada, hay que recordar dos cosas. No existe un vino ecológico sino un vino elaborado con uvas procedentes de agricultura ecológica. Y dos, un vino natural es aquel al que no se le añade ningún producto químico en su elaboración, ni enzimas ni productos enológicos ni nada. Digamos que para ser natural, un vino debe ser primero ecológico, es decir, un vino natural es el siguiente paso en la escala evolutiva del vino ecológico.

En un vino natural sólo se utilizan sulfitos en unas cantidades mínimas para protegerlo. Y no siempre, por supuesto. En Francia se ha aprobado un reglamento que admite hasta 30 miligramos por litro para considerar que un vino es natural. En España no hay tal reglamento (que yo sepa), pero se suele tomar como referencia 20 mlg/l, cantidad que también se toma en otros países. Distintas asociaciones de elaboradores como la Triple A consideran que no se deben añadir sulfitos y que el vino debe llevar sólo los que se generan durante el proceso de fermentación.

Por ello podemos encontrar etiquetas que dicen que el vino “Contiene sulfitos” cuando los mismos se han añadido por encima de una cantidad determinada, que si no me equivoco en España es 10 mlg/l. La etiqueta puede mostrar “Contiene sulfitos no añadidos” cuando no se ha añadido nada y la cantidad de sulfitos generada durante la fermentación está por debajo del límite anterior. También deberíamos hablar de sulfuroso libre y total, que son datos obtenidos en una analítica de una muestra de vino, pero esa es discusión para otro día.

Tras esta aclaración y retomando el asunto de entrada de este articulo, qué suele pasar cuando alguien nos pide que le recomendemos un vino natural? En esa conversación que presencié, enseguida empezaron las recomendaciones de vinos que considero frikies, extremos o radicales. Son vinos que en muchos casos son turbios o sucios y en ocasiones con malos olores y peores sabores. Vinos que, en muchas ocasiones, son denostados por los entendidos porque muestran defectos de elaboración. Esto hace que el vino natural sea visto en muchas ocasiones como un vino mal elaborado. Esto me molesta bastante, porque tengo amigos que saben mucho de vinos y que sin embargo atacan a los vinos naturales por este motivo. Me molesta porque por culpa de unos cuantos, o unos muchos quizás, se cargan el trabajo de mucha gente que trabaja en natural de una manera impecable, gente que hace vinos que nadie diría que nos naturales porque están bien hechos.

Cada vez bebo más vino natural, más vino con poco tratamiento y de gente que elijo con mucho cuidado. He llegado aquí porque con el paso del tiempo busco vinos de personas, eso vinos que cuando los bebo sé quién los ha hecho y, en muchos casos, cómo los han hecho, porque es gente a la que conozco. Es bastante raro que cuando bebo un vino no conozca a su elaborador. No creo que por esta manera de beber vino me esté limitando a un sector pequeño. Todo lo contrario, cada vez hay más bodegas que trabajan así. Y es lo que me gusta. Esto no quiere decir que rechace beber un vino de alguna bodega que haga botellas por millones. En ocasiones lo hago, pero generalmente no me hace disfrutar como los vinos mencionados.

Creo que a una persona neófita hay que ayudarla a que el descubrimiento de un vino natural sea algo pausado. Si se me permite el símil taurino, cuando a alguien le gustaría saber cómo es estar delante de un toro no le soltamos delante de un Miura, sino delante de una vaquilla, no? No hace falta correr el riesgo de que no quiera volver a saber nunca más ni de toros ni de vinos naturales.

Existe entre los amantes de los vinos naturales, entre los que me incluyo, cierta tendencia a elegir los vinos más frikies, extremos o radicales, entre los que en la mayoría de los casos no me incluyo. Hay, creo yo, mucho elaborador que se escuda en eso de los vinos naturales para ofrecer vinos turbios, sucios, con malos olores y peores sabores. En ocasiones, la excusa de elaborar vino natural sirve para ocultar errores de elaboración o falta de limpieza en la bodega, entre otras razones. Una vez me sirvieron en un bar un vino que olía exageradamente a cebolleta. En boca no estaba mal, que lo probé, pero el olor era terrible. Lo comenté en la barra y me dijeron que era porque el vino era natural. No señor!! Este vino huele a cebolleta porque está mal hecho. Ni más ni menos. Un vino natural bien hecho nunca debe oler a cebolleta!

Hay mucha gente que se lanza de cabeza a esos vinos extremos  apreciando ese friquismo. Es cierto que muchos de estos fans de los vinos radicales ya llevan en la mochila mucho vino natural catado y bebido, pero no por eso creo yo que haya que aconsejar esos vinos a una persona que muestre interés en sumergirse en este mundo alternativo. En alguna cata que he hecho sobre vinos naranja he visto transformación de caras al probar algo extremo y darme cuenta de que esa persona estaba perdida para la causa, sin importar qué vino se presentase a continuación.

Con todo esto quiero decir que en la actualidad, y por fortuna, hay muchos elaboradores y muchas elaboradoras que están haciendo verdaderas maravillas trabajando en natural sin que sus vinos tengan ese aspecto comentado anteriormente. No hace falta que un vino natural sepa raro ni tenga mal aspecto. Sólo hay que buscar un poquito para encontrar esas personas de las que hablo y sus fantásticas creaciones. Y esos son, en mi opinión, los vinos naturales que tenemos que recomendar. Los otros ya llegarán, pero hay que entrar poco a poco sentando las bases en esto de los vinos naturales.

A veces soy el primero en elegir y disfrutar una botella que hay agitar antes de beberla para que todas las cosillas que hay flotando toquen a partes iguales. También creo que a la larga ese estilo hace que sean vinos para disfrutar en ocasiones contadas y bastante separadas en el tiempo unas de otras. Volver a esos vinos naturales bien hechos, limpios, con aromas ricos y sabores ricos, sin defectos es un placer. La lista de los elaboradores de estos vinos va creciendo cada día. Y el placer de disfrutarlos crece también día a día.

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